Nunca me he llevado muy bien con la muerte. Creo que me produce un estado de rabia. Quizás no la comprendo bien. No lo sé. Tengo claro que es la ley de la vida. Que, inevitablemente, será así y es algo que no se puede cambiar. Algunos dicen, incluso, que es la única certeza que existe.
He tenido que concentrarme en apre(he)nder que siempre es necesario dejar ir. No puede ser de otra forma. En todo, siempre hay que ser capaz de dejar ir. Aunque suene a manual de autoayuda, es un sentimiento bastante sano. Tengo que acostumbrarme a él, más cuando, cronológicamente, será una situación que pasará más seguido que antes.
A pesar de todo, el último año me he ido acostumbrando a la idea de que es sinónimo de cambio. Sigue leyendo